Para siempre en La Aldea en Gran Canaria

El túnel de la carretera de La Aldea facilita el acceso a uno de los lugares más recónditos y bellos de Gran Canaria.

El coche avanza entre dos inmensidades que te hacen sentir pequeño y afortunado a partes iguales. Si vienes desde Las Palmas de Gran Canaria y has dejado atrás Agaete, a tu derecha se expande el océano. Al otro lado se levanta -o cae, según se mire- una hilera de riscos que deja paso de cuando en cuando a barrancos que salen al encuentro del mar. Sí, la carretera que desemboca en La Aldea de San Nicolás es una sucesión de kilómetros de belleza.

Playa de Güi Güi, en La Aldea de San Nicolás

Y ahora La Aldea de San Nicolás se encuentra un poco más cerca. Una parada en un recodo de la vía para hacer un alto en el camino y contemplar las vistas permite comprobar qué ha supuesto la reciente apertura del túnel que atraviesa las entrañas de este reino pétreo que se precipita colosal e imponente en el Atlántico.

Invernaderos en La Aldea de San Nicolás, en Gran Canaria

Antes de la construcción del nuevo paso, la carretera trepaba fatigosamente por las montañas, como una enredadera de asfalto que se aferraba curva a curva al abrupto terreno antes de emprender el descenso. En la actualidad, este tramo ha sido sustituido por un cómodo, seguro y moderno túnel de algo más de tres kilómetros que se ha convertido en el gran portal de entrada a La Aldea de San Nicolás si se accede por la GC-2.

Costa Norte de Gran Canaria

La luz al final del túnel es casi un fogonazo, porque el sol de La Aldea de San Nicolás aspira a inundarlo todo. Y lo consigue. A los pocos minutos de conducción el valle se abre ante nuestros ojos, mostrando su grandeza y haciéndonos presentir que esconde un buen número de sorpresas. Y no nos equivocamos.

La Aldea en Gran Canaria

Nos dirigimos primero hacia el pueblo. Aparcamos y echamos a andar por la zona peatonal adoquinada. El tapiz perfectamente azul del cielo tan sólo ofrece un breve paréntesis en forma de una nube blanquísima, solitaria y detenida, como si se hubiera quedado agarrada a la chimenea de la vieja fábrica de ron o a la cúspide de la iglesia.

La Aldea, en Gran Canaria

En la calle Matías Vega dos hombres han buscado la sombra para compartir una conversación con más silencios que palabras, con la calma propia de los lugares que han permanecido anclados en el tiempo más allá de lo habitual y quizás incluso que lo necesario. “Esto es una maravilla. Es un sitio muy tranquilo. El que viene a La Aldea no se va nunca”, asegura uno de los contertulios, Juan Martín. Más tarde entenderemos mejor el significado de su afirmación.

La Calle Real y el entramado de calles aledaño contienen relevantes muestras de la arquitectura tradicional de la zona. Algunas llaman la atención por su antigüedad, por sus balconadas o por albergar actividades puntuales que rescatan tradiciones del lugar. Una de ellas destaca porque vuelven a encontrarse la piedra y el mar, en este caso porque han revestido la fachada con espirales y formas caprichosas dibujadas con burgaos.

Puerto de La Aldea, en Gran Canaria

Nos dirigimos ahora hacia la costa, cuyos fondos esconden un verdadero paraíso submarino de peces y magníficos campos de gorgonias. Nos adentramos con mirada y espíritu curioso en el centro de visitantes del proyecto piloto de Micro Área Ecoturística Litoral de El Roque. El edificio aprovecha la antigua factoría de empaquetado de tomates. Unos metros más abajo, las aguas transparentes del muelle invitan a convertirse en pez temporalmente. La otra opción es caminar y descubrir las cuevas y calas cercanas. 

Un grupo de personas recuerda el trabajo en la antigua factoría de empaquetado del tomate, en La Aldea. Gran Canaria

Un sendero encauza nuestros pasos hasta el Charco, epicentro en el mes de septiembre de una de las más multitudinarias y ancestrales fiestas de Gran Canaria. Aquí vuelven a fusionarse los elementos. Las olas han modelado piedras de múltiples colores y texturas, una mezcla de materiales volcánicos traídos por el barranco o depositados en la orilla por la marea. Estas piedras, humedecidas, brillan al sol como lo hacen las escamas de los peces que sacan del mar los pescadores. 

El Charco en La Aldea de San Nicolás
Fiesta del Charco, se celebra el 11 de septiembre en La Aldea de San Nicolás

La carretera, las emociones, la charla, el baño en el muelle y los pasos andados hacen mella. Nos sentamos en una terraza de los restaurantes que se asoman al litoral, atraídos por el aroma del atún a la plancha y de la ropavieja de pulpo. Los tomates aliñados sirven en bandeja la historia de un municipio agrícola y marinero. Juan Martín nos había explicado que, décadas atrás, él mismo tomaba el camión hasta Las Palmas de Gran Canaria para traer de vuelta hasta La Aldea a los hombres y mujeres de Lanzarote que venían a trabajar en la zafra tomatera.

Playa de La Aldea, en Gran Canaria

Es hora de volver, esta vez rumbo al Sur, un camino cargado también de sensaciones y maravillas geológicas empapadas en luz. El corazón empieza a hacer su resumen de lo vivido en la jornada de hoy. Juan Martín tenía razón en una cosa. Alguna parte de ti, al menos un hilo de recuerdos, se queda para siempre en La Aldea. 

Carretera camino de La Aldea, Gran Canaria
Túneles de La Aldea, en Gran Canaria
Calles de La Aldea, en Gran Canaria
Fachada decorada con conchas, en una casa en La Aldea
Torre de la Iglesia de La Aldea, en Gran Canaria
Chimenea en La Aldea, Gran Canaria
Tasarte, en La Aldea de San Nicolás
Centro de Visitantes en La Aldea
Playa de Güi Güi, en La Aldea

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