Gran Canaria
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Diez Razones para volver

Arqueología de las estrellas de Gran Canaria

Hay una ventana directa al cielo en Gran Canaria, abierta desde hace ya muchas generaciones, desde el tiempo de sus primeros habitantes.

La sociedad prehispánica de la isla contaba con numerosos lugares donde los aborígenes dedicaban tiempo a observar el cielo, sobre el que giraba su vida doméstica y religiosa. Porque hoy sabemos que los antiguos canarios contaban con un profundo conocimiento del cielo y sus ciclos.

Roque Nublo de noche

Hemos llegado a saber que realizaban la cuenta del tiempo basándose en la observación de la posición de los astros. Y hay crónicas que nos hablan de festividades conectadas con la posición del Sol, la Luna y alguna estrella.

Ese legado se puede rastrear en los conjuntos arqueo-astronómicos repartidos por la isla. Como el de Risco Caído, en Artenara. Situado en el margen izquierdo del Barranco Hondo, enclave que divide los términos municipales de Gáldar y Artenara. En una de sus cuevas se produce un curioso fenómeno, un momento extraño y enigmático. Los rayos solares se cuelan por un espacio abierto en el alto de la cueva, hasta iluminar el interior de una manera sorprendente, permitiendo ver su decoración. Los triángulos dibujados en la piedra, y que son atravesados por el rayo de sol, parecen relacionarse con el culto a la fertilidad, y remarcan el carácter mágico del lugar para los antiguos canarios.

Tejeda

Un fenómeno que se relaciona también con el calendario agrícola de la época aborigen. Por sus singulares características, Risco Caído se considera uno de los conjuntos de cuevas aborígenes más espectaculares de la isla. Ha cautivado la atención de todo tipo de viajeros, de científicos o periodistas.

Dentro de la ruta de los numerosos yacimientos con connotaciones astronómicas en Gran Canaria, destaca también la Necrópolis de Arteara, donde un túmulo, llamado del Rey por la gente del lugar, es iluminado por el Sol cada verano durante un único día, coincidente con el solsticio. Pudiera ser que se construyera la necrópolis en un lugar iluminado sólo durante ese día o que, una vez construida, se ubicara la tumba en el sitio más apropiado.

Arco de Pagana

Un caso similar lo encontramos en el Roque de Bentayga, cuando el Sol durante el equinoccio ilumina directamente un petroglifo, un símbolo excavado en la piedra.

O en Cuatro Puertas, emblemático lugar de Telde, sede de uno de los fenómenos más extraños. Sólo una vez al año, durante el solsticio de verano, el sol penetra en la cueva al atardecer a través de los círculos que conforman las puertas, y su luz se refleja en un hueco labrado en la piedra con absoluta perfección. La cueva sirvió de lugar de culto astral.

Roque Nublo y Roque Bentayga

Y para momentos mágicos, el que regala la luna entre el Roque Nublo y La Rana, un fenómeno que sólo se produce una vez cada 18 años y que únicamente se puede contemplar en su plenitud desde el centro de la cazuela ubicada en el Almogarén del Bentayga, en Tejeda. Desde el mismo almogarén, cada año, entre el 21 y 22 de marzo, se puede contemplar el equinoccio de invierno, entre los dos picos que separan las montañas del Pico las Nieves.

Al recorrer todos estos lugares, al observar las construcciones aborígenes y sus símbolos, llegamos a admirarnos del laborioso trabajo de observación que los primeros habitantes de la isla llevaron a cabo, sin la tecnología con la que contamos hoy.

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