Gran Canaria
Gran Canaria
Gastronomía

Artenara

Lo que la montaña da, crece en huertos, pastos y bosques

El pueblo a mayor altura de la isla, Artenara, es cabeza de un municipio eminentemente montañoso en una isla de montañas. Es un pueblo pequeño con grandes y espectaculares vistas, pero con muchas y dispersas entidades de población de casas-cueva por su territorio, rodeadas de huertos de papas y millo [maíz]. Aquí, el queso hay que probarlo y, si es acompañando a un potaje de verduras con carne de cerdo, estaremos saboreando algo realmente bueno, ya sea en invierno o en verano (que aquí, en esta cumbre, sí se notan estas dos estaciones, las únicas que cita el isleño por estas tierras).

Artenara

Y no sólo es que haya ganados en la zona para sus riquísimos quesos, también y según la época del año, sus campos son tierra de paso para los últimos ganados trashumantes del archipiélago canario. Éstos se asientan más al norte. Durante sus idas y venidas, en una trashumancia anual que comienza una mañana tempranito y termina ese mismo día al atardecer, «por Artenara para acá ya vienen los ganados comiendo hierba» en palabras del pastor Carmelo Moreno. ¡Y qué bueno es ese queso con leche de animales que se alimentan con lo que la naturaleza ofrece!

Pero, si al inicio y al final del verano Artenara ofrece su despensa natural a los ganados trashumantes de paso, el invierno que viene bendecido por las lluvias tiene en sus bosques de pinar a otros visitantes que llegan, sobre todo, de la capital: los aficionados a la micología.

Artenara

Pero, si al inicio y al final del verano Artenara ofrece su despensa natural a los ganados trashumantes de paso, el invierno que viene bendecido por las lluvias tiene en sus bosques de pinar a otros visitantes que llegan, sobre todo, de la capital: los aficionados a la micología.

En Canarias, salvo algunos hongos como la trufa del desierto que se ha consumido por su parecido con la papa, en el pasado nunca ha habido tradición o afición por el consumo de setas, ni siquiera en épocas de hambre. Desde finales del siglo XX esto cambió, sobre todo impulsado por residentes que procedían de otras zonas de España que sí las conocían, como los catalanes, o que habían estudiado cocina y las usaban en sus platos en restaurantes. El conocimiento y la afición comenzó a echar raíces.

Artenara

Pedro Lezcano (1920-2002), poeta e impresor que en 1991 llegó a la Presidencia del Cabildo de Gran Canaria, fue uno de esos isleños y, además, llegó a convertirse en un experto micólogo. El pinar de Tamadaba era uno de sus lugares favoritos para pasear en busca de setas, en este caso, níscalos: «Yo tengo una manera de comerlos en el bosque, llevando un poco de beicon y la carmela. Hacer allí mismo un asadero con leña es insuperable», explicaba en una entrevista. Y Tamadaba dispone de áreas recreativas donde hacerlo. A los níscalos les quitaba el tallo para mejor cocinarlos, empleando el beicon como sustituto del aceite. Una vueltita «y apenas empiezan a humedecerse a la vista ya están, se comen casi crudos», recomendaba.

De la variada huerta local dan cuenta los restaurantes de Artenara, alguno con especial énfasis en una cocina vegetariana y vegana de producto ecológico donde hasta las flores tienen un papel que jugar con sus pétalos de girasol, tagete o caléndula. «Las cosas hechas en las alturas saben a cielo», dice Sergio Houghton, con huertos ecológicos en Acusa Verde, barrio de Artenara entre verticales paredes montañosas.

Artenara