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Blog Oficial de Turismo de Gran Canaria

Faro de Arinaga

Faro de Arinaga, un reino entre el mar y la tierra

El Faro de Arinaga, en Gran Canaria, corona y vigila una costa y un paraje natural terrestre de gran valor paisajístico.

Llegar a los pies de un faro es un acto que posee algo de aventura. Esta sensación se deba probablemente a las historias que la imaginación asocia de manera irremediable a unas construcciones ligadas al trasiego de barcos durante siglos, a capitanes y tripulaciones buscando una luz salvadora en las noches de tormenta, a fareros solitarios y a emplazamientos tan alejados como hermosos. Este halo donde confluyen la imaginación y la realidad rodea también a la luminaria de Arinaga, en la costa del municipio de Agüimes, en Gran Canaria, el faro que hoy guía estas palabras.


Faro de Sardina, Gáldar

El faro de Sardina le habla al Atlántico

El faro de Sardina del Norte, en Gran Canaria, y su entorno crean un ambiente propio del fin y el principio del mundo.

El viejo faro de Sardina del Norte, en la costa de Gáldar, en el noroeste de Gran Canaria, proyectó su primer destello sobre este cuadrante del Atlántico el 15 de febrero de 1891. La actual estructura, levantada en el mismo emplazamiento y que sustituyó al antiguo vigía en 1986, tomó su relevo en la tarea de ejercer de guardián en un sublime litoral rocoso donde las vigorosas olas llegan casi a cámara lenta, agotadas tras su periplo oceánico.


El Puertillo, Arucas

De tertulia en la Playa de El Puertillo

La Playa de El Puertillo, en Arucas, Gran Canaria, es una equilibrada y atractiva mezcla de diversos usos y ambientes.

Un sol de buena mañana se eleva sobre la silueta de las montañas mientras Manuel Sosa y sus compañeros de la tertulia observan las evoluciones de un grupo de surferos que calienta sobre la arena de la Playa de El Puertillo, en la costa noroeste de Gran Canaria. Manuel tiene 92 años y no puede evitar recordar aquellos tiempos en los que bañarse, lo que se dice bañarse, lo hacían apenas dos o tres del pueblo, de Bañaderos y uno que bajaba de Arucas. Muchos años y miles de amaneceres después de aquello, el hombre se sienta a diario en el paseo manso que mira al océano para comprobar que el mar sigue siendo el mismo, pero que su Puertillo se ha convertido en una preciada joya del litoral aruquense.