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Blog Oficial de Turismo de Gran Canaria

El relojero Pedro Macías en el barrio de Vegueta

El templo del tiempo en Gran Canaria

El taller del relojero Pedro Macías en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria supone un regalo para los sentidos.

De niño había en su casa un precioso reloj de pared de fabricación americana y más de cien años de antigüedad, que es mucho tiempo incluso para un reloj. Cuando se quedaba solo le gustaba manejarlo, escudriñarlo y auscultarlo para escuchar cerquita su latido, aquel tic-tac de corazón metálico. Tanto se enredó entre sus manecillas que finalmente Pedro Macías Falcón se hizo relojero, aprendiendo los trucos del oficio en el taller de un pariente, José Henríquez. Aunque aquello se parecía más bien a un reino mágico de cuerdas, áncoras, suspensiones y minuteros en la tranquilidad de Tenoya. 


Vistas desde la Catedral, en Vegueta

Gran Canaria, el cielo no está tan lejos

Subir a lo alto de la Catedral de Santa Ana, en Las Palmas de Gran Canaria, ofrece una visión panorámica e ilustradora de la ciudad.

Menos de dos minutos bastan para llegar al cielo. Tan sólo hace falta pagar un euro y medio, coger un moderno ascensor durante unos veinte segundos y, a continuación, subir los cincuenta y cuatro escalones que conducen a lo alto de la torre sur de la Catedral de Santa Ana de Las Palmas de Gran Canaria, monumento religioso con el que la ciudad llama a la puerta de las alturas.


Vista de Valleseco

Sinfonía de la manzana en Valleseco

La sidra, la gastronomía, la música y las tradiciones se dan la mano en las fiestas de la Encarnación y la Manzana de Valleseco.

Los manzanos echaron raíces al mismo tiempo en la historia que bajo el fértil suelo de Valleseco, en el corazón verde de Gran Canaria. Todo comenzó en 1858, cuando el entonces alcalde, Vicente Suárez Rodríguez, se decidió a recuperar los terrenos baldíos del municipio con frutales para ponerle freno a la erosión. El Gobernador Civil provisionó al ayuntamiento con ejemplares de manzana reineta que se encontraron como en casa en unas laderas acariciadas por los vientos alisios, brisa que mantiene los niveles óptimos de humedad que precisa el manzanero, como se suele denominar al árbol en la zona.