Reserva de la Biosfera, todos los rostros de Gran Canaria

La magia de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria está envuelta por un rumor de naturaleza y latido humano. El espacio asoma, por un lado, a las mil caras del paisaje de la Isla. Los otros rostros del territorio no son metafóricos. Pertenecen a las mujeres y hombres que han dado fe de su estrecho vínculo con el medio a través de los vestigios de aprovechamientos rurales, caso de los hornos de cal, los hornos de brea o pez, las hoyas, carboneras y molinos. La vida reposaba literalmente sobre la naturaleza, como se mostraba en el uso de la pinocha, las hojas de pino caídas del suelo, para rellenar colchones y mullir el lugar de descanso del ganado.

Roque Nublo

Pero la Reserva de la Biosfera no duerme. Muy al contrario, en su seno se mantienen vivos numerosos usos tradicionales que hacen posible el aprovechamiento respetuoso de los recursos naturales, además de formas de vida herederas de aquellas prácticas que hacen posible el desarrollo de actividades turísticas sostenibles. La práctica del ecoturismo en este mosaico natural permite conocer el territorio y profundizar en la cultura local de tal modo que solo quedará la huella de un gran recuerdo.

Acusa, Artenara

Dentro de los límites de la Reserva de la Biosfera es posible visitar una quesería tradicional y probar quesos de cabra y de oveja de fama mundial, algunos de los cuales han andado un largo camino hasta llegar al plato, pues proceden de leche de ovejas trashumantes, otra práctica ancestral. En las bodegas, cada vino ha logrado embotellar la esencia del paisaje. Cada madrugada salen de los puertos de Mogán, Agaete o de La Aldea de San Nicolás esperanzados barcos de pesca artesanal. Tierra adentro, las mujeres y hombres del campo miman cada palmo de sus tierras de cultivo ecológico.

Puerto de La Aldea de San Nicolas

Cada paso por un sendero, cada conversación, cada paseo por la calle de alguno de los pueblos de la Reserva de la Biosfera es una contribución al modelo de desarrollo sostenible del territorio y una inmersión en su realidad, tan refrescante y reveladora por cierto como la que puede hacerse en su franja marina. Dejarse llevar por el caudal de cultura que fluye en ferias, fiestas, mercadillos y otros eventos abre otra vía para ser una rama más de este árbol cuyas raíces se hunden en la tradición.

Taurito

Estas manifestaciones con rostro, nombre y apellidos acontecen en un territorio que muda su faz constantemente. En un punto, saltan a la vista los aguerridos cardonales y las tabaibas, que salpican las laderas o se aferran a las rocas en entornos áridos. En otro, allí donde las olas hablan su interminable lenguaje de espumas, las rojas barrillas adaptadas al ambiente salino muestran sus flores blancas en esta difusa frontera entre los mundos terrestre y marino. Al frente, bajo el mar, se extienden las praderas submarinas o sebadales y se mueven delfines mulares y tortugas de mirada eterna.

Más arriba, palmeras y acebuches, lentiscos y almácigos dan cuerpo y alma al bosque termófilo, mientras que el sonido cercano de las acequias es la banda sonora de los reductos de laurisilva, antes de que la silueta del pino canario se imponga en las alturas. Es una pequeña secuencia con instantáneas de los mil rostros que es capaz de mostrar Gran Canaria y que quedan resumidos en la Reserva de la Biosfera.

Amurga

La Reserva de la Biosfera de Gran Canaria es un laboratorio de sostenibilidad al aire libre que ocupa la zona centro y suroeste de Gran Canaria y supone algo más del cuarenta por ciento de la superficie insular, a la que se suman más de 35.000 hectáreas marinas. La figura se aposenta sobre la parte más antigua de la Isla, que engloba los Macizos de Güigui, Tamadaba, Inagua-Ojeda-Pajonales, Tauro y Pilancones, además de las cuencas de Tejeda y Tirajana.

Esta geología imponente de fuertes desniveles, barrancos encajados, acantilados de más de mil metros y cresterías, junto a la gran variabilidad climatológica en las diferentes cotas y vertientes que propicia desde zonas semidesérticas a climas subalpinos, así como a diferencias de temperaturas de hasta 25 grados entre el litoral y la cumbre, se traduce en una elevada biodiversidad vegetal y faunística. Especies endémicas como el pinzón azul o los ejemplares del drago de Gran Canaria parecen ancladas en un lugar confuso entre la realidad y la ensoñación. Pero son tan reales como el cielo que surcan y el suelo al que se agarran.

Agaete desde Tamadaba

Siete municipios y un gran reino azul
Cada uno de los siete municipios integrados total o parcialmente en el ámbito de la Reserva de la Biosfera de Gran Canaria es una muestra de su carácter poliédrico, complementado por la vasta franja marina. Tienes más información en biosfera.grancanaria.com/visitala