Gran Canaria
Gran Canaria
La Isla

Mi centro del mundo

En Sardina no necesitan el centro del mundo

Mientras en otros lugares del globo levantan ciudades en horas, en el pueblo de Sardina del Norte la velocidad no supera el ritmo de las olas que llegan al muelle. Sardina es un enclave del norte de Gran Canaria, a trasmano de las grandes playas de arena dorada del sur. No es un lugar muy nombrado en los folletos turísticos y parece que tampoco tienen un interés loco en darse a conocer.

En otras partes del mundo levantan islas artificiales con cien mil toneladas de arena, mientras en Sardina del Norte lo único artificial que hay es la televisión que cuelga del techo de los restaurantes del muelle. Las conversaciones en las terrazas no giran alrededor de la Bolsa. No encontrará allí ni limusinas ni hoteles de lujo con helipuerto. Lo que sí está de auténtico lujo es el pescado que sale de las cocinas de los bares que resbalan por la cuesta que lleva a la playa.

En Sardina del Norte no hay millonarios con yates ostentosos a pie de puerto. Aunque si le preocupan los millones, lo que sí encontrará, pero bajo el mar, son millones de peces. De catorce mil clases. Porque el fondo marino de esta parte semidesconocida de Gran Canaria es de los más ricos del archipiélago. Un fondo marino multimillonario. Y es por eso que este pequeño enclave pesquero reúne a buceadores venidos de toda la isla.

Pero ni a los buceadores ni a los pescadores de Sardina los pillará hablando de stock options. Tampoco hay mucha tertulia sobre el índice Down Jones. ¿Para qué? Sobra todo eso si tienes semejante puesta de sol entrando por la ventana de casa, con un océano durmiendo casi al pie de la cama.

A lo mejor esa es la razón por la que hay allí muchos aficionados a hablar con el menor número de palabras. Hasta las gaviotas dicen lo justo en Sardina. Y por eso nosotros no diremos más. Sólo cómo encontrar el lugar. Al poco de llegar a Gáldar, en el norte de la isla, encontrará marcado el camino. Tome un desvío que cruza plataneras, invernaderos y grupos de casas alrededor de una pequeña carretera salpicada por palmeras. Al final de un trecho topará con el puerto de Sardina.

Y recuerde. Si tiene un jet privado, ahórrese presumir por allí de nada de eso. Es que no les va a importar. Presuma mejor de lo que ha pescado. Porque ya sabe, mientras en otros lugares del globo andan empeñados en levantar rascacielos como montañas, hay otros que eligen un lado opuesto, que sólo quieren vivir tranquilos, con el mar de vecino. Y al fin y al cabo ya conoce el dicho, el centro del mundo está allí donde lo quieras poner.